miércoles, 2 de mayo de 2012

Protège moi.


Y ahí estaba, frente al espejo, con la luz apagada y observando silenciosamente cómo se dibujaba mi figura con la poca luz que entraba por la ventana rota. No recordaba la última vez que había tenido esa sensación de terror. Sabía perfectamente lo que era el miedo, pero no el terror. 
Era el absurdo más inefable que jamás había podido sentir en el estómago. Como un nudo que atrapa y retuerce cada poro de mi piel y va estrechando, poco a poco, cada arteria de mi cuerpo.
Y eso era terror, no miedo. El miedo, eso es algo naif, sencillo y plano que perece con el tiempo. El primitivismo que acontece al miedo es lo discrepante del terror. 
Pero el terror... El terror es algo diferente. El terror estremece. Sensación perenne que no cambia sus raíces ni sus hojas y se hace más fuerte con el paso del tiempo. El terror es lo que rompe sueños, destroza ilusiones y apaga las llamas de la vida.
El terror es la pesadilla de la realidad.
El terror es el miedo llevado al extremo.
El terror es la rutina hecha aburrimiento, el acostumbrarse al dolor, el no sentir la pena, lo llano de cada sensación. El terror está hecho de cuestas abajo en el mar del insomnio, hojas en blanco volátiles, gritos sordos, vasos vacíos y café amargo. 
La pena de la humanidad es que el terror, no es, realmente, lo que más terror da. Lo que  de verdad aterra es la locura de la contingencia.

domingo, 22 de abril de 2012

A oscuras.

Así te veo, a oscuras, con los rayos de luz entrando por la ventana que tímidamente dibujan las llamas que conforman tu piel; con la sábana a medias reposando por tu cuerpo, como si estuviera muerta. Y lo único que puedo hacer es imaginar el color de tus ojos y todo lo que puedo dibujar en el aire, jugar a que no es el instinto animal lo que despiertas en mí. 
Irremediable, es lo que define la atracción que conjuga mis labios con tu espalda, como si pudiera hacerte un tejido, una capa de besos, mordiscos y saliva donde pueda esconderte y guardarte, como una reliquia. Y es que también te veo así, como sin poder calcular la métrica exacta de tus caricias.
Y dejo mis dedos al azar, que buscan cobijo entre tu pelo, como si éste nunca pudiera llegar a desenredarse de mi alma.
Y tus manos, que se descubren como una creencia a la que me he aferrado, acaban convirtiéndose en dogma.
Déjame abrazar la idea de la eternidad, déjame creer en que existe el infinito, déjame regalarte epopeyas a tu sonrisa, déjame aferrarme a la invariabilidad de tus pecas y déjame decirte que Sade estaría orgulloso de nosotros.
Porque somos perfectos.

martes, 13 de marzo de 2012

Arquitectos del corazón.

No voy a hablarte del Dolor. Sé que sabes perfectamente lo que es.
Tampoco voy a hacer epopeyas de las heridas que te han hecho los estragos del tiempo. 
No estoy aquí para hablar de tu pelo ni tus ojos. Ni tampoco he recorrido todo este camino para explicarte lo dolida que puedo llegar a estar ahora mismo.
En realidad no sé por qué estoy aquí o por qué he decidido explicarte todo esto.
En el fondo no son más que palabras y pueden, o no, quedarse como castillos de arena en el aire, en ninguna parte pero en todas ellas. En realidad son tan volátiles... 
Ni siquiera quiero persuadirte, ni quiero convencerte con mi retórica de pobre de lo que merece la pena ser escrito con mayúsculas. Hay cosas que doy por sentado que ya las sabes. Supongo que todo lo que quiero expresar con estas líneas es la sensación que me produce escuchar tu voz. Es la sensación que me produce tocarte. Es la sensación que se me queda en el estómago cada vez que dibujo tu nombre en mi mente, en silencio, a solas, cabizbaja. Tampoco sé muy bien si alguna vez alguien te ha escrito de esta manera, o si alguna vez alguien ha puesto en alza tales cosas como tus lunares o tus pecas, que me recuerdan, todo sea dicho, a cada punto que hay en el cielo en forma de estrella, como si en tu espalda hubieran puesto una constelación y tu piel formara la línea del horizonte del cielo. Tampoco me importa. 
El pasado no es más que el pasado aunque nos trate como fantasmas.
Supongo que todo lo que quiero llegar a decirte, simplemente, no puedo expresarlo.
¿Alguna vez te has topado con el significado del vocablo inefable?
Es eso realmente lo que quiero explicarte: lo inefable.

domingo, 8 de enero de 2012

Castillos de naipes.

A veces pasa que la inspiración queda enterrada en la inercia. A veces pasa que la inercia es presa del tiempo, del reloj, ese reloj que estrecha algo más que nuestra muñeca: entre otras cosas, la fragilidad que envuelve a mi persona. Y es que, no es fácil convivir con esta época veluciferina de la que Goethe estaría de todo menos orgulloso, no es fácil convivir con el nietzscheanismo profundo que se acontece durante las noches.
Me ahoga el tiempo que no tengo.  La mayor parte de ese tiempo lo paso bailando en mi cabeza al son de una música que vendería su alma porque la vida durara el doble; en otras canciones, vendería la mía porque no durara más que un suspiro.

martes, 18 de octubre de 2011

El ruido de fondo.

Recuerdo perfectamente la piel que tenían sus dedos. He tenido miedo desde entonces.
He tenido miedo a dejar de actuar con el corazón y comenzar a actuar con la cabeza. He estado a punto de medicar mi pasión, como si estuviera enferma, como si la razón fuera a poder calmar la sed de mente y sentimiento que tengo. 
He tenido miedo a caer en el círculo que conforma la identidad kantiana, a dejar el N. que llevo dentro de lado, apartado de todo, como si de un tumor en el corazón se tratara. Y ese es, precisamente, el problema: el corazón.
El músculo que se retuerce en sí mismo y hace llegar la sangre a toda parte de mi cuerpo ha quedado enterrado en el miedo, reducido a médanos. 
Miedo a que todo lo engulla el tiempo. El tiempo, ese enemigo común, decía Cioran,  que la única teleología que tiene está oculta en sí misma: apagarnos y descubrirnos como fantasmas el uno del otro. Matarnos al fin y al cabo. Pero el sentimiento siempre fue más fiero y fuerte que la razón y hay cosas que, simplemente, no mueren. Como si de colillas de un cigarro fumado a medias se tratara, como una copa de vino que no se ha acabado de beber, así nos encontramos: a medias. Y  mi mente se forma en un interrogante pendido del cielo, como si no entendiera nada, cuando, en realidad, lo entiendo todo. 

jueves, 29 de septiembre de 2011

Arañazos.

¿Ves esto? Son las marcas que han dejado en mi tímida esperanza. Dicen que el pasado es irredimible, que el futuro es incierto y que lo único que nos queda es el presente inmediato. 
Razón no le faltaba a Michelstaedter al hablar de persuasión como posesión absoluta de nuestro presente. Pero, realmente, ¿quién posee el presente en su absoluto? Sólo vivimos el presente por las cosas que esperamos del futuro. Al final las horas que poseemos son sólo eso: canciones repetidas una y otra vez. 
Así es como la realidad se convierte en un bucle, en una espiral de sentimientos que no son más que una pesadilla, una enfermedad del alma que acaba descubriéndose la cara como algo fisiológico. 
Sucede que cuando las velas del alma se agujerean, el barco que conforma la mente empieza a hundirse, como si realmente lo sintiera. Como si de verdad el agua llenara mis pulmones sustituyendo así el poco aire que tenía, colapsara mis fosas nasales y me dejara totalmente sin respiración. Y la voz se apaga, nadie parece oír ya los gritos que, rasgados de auxilio, quedan en bocanadas de aire mudas. Y como si el oído del mundo se hubiera quedado sordo: todo queda reducido a médanos.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Maldito.

Bajo esta costra de hueso y de piel que es mi cabeza, hay una constancia de angustias, no como algo moral, como las raciocinaciones de una naturaleza imbécilmente puntillosa o habitada por un germen de inquietudes en el sentido de su altura, sino como una (decantación)
en el interior,
como el desposeimiento de mi sustancia vital,
como la pérdida física y esencial
(quiero decir en la vecindad de la esencia)
de un sentido.

lunes, 26 de septiembre de 2011

En mayúsculas.

"¿Para qué escribe uno si no es para juntar sus pedazos?"

Son demasiadas las veces que empuñar un bolígrafo se convierte en deporte de alto riesgo. 
Una no sabe si va a salir ganando la batalla contra la hoja en blanco o si va a salir más rota de lo que estaba hace unas líneas atrás.
Sin embargo, demasiadas son las veces también que es lo único que queda: escribir. Escribir como si realmente fueras a traspasar el papel, escribir como si la tinta saliera de tu dedo, directamente desde el corazón, como si de verdad, lo que estás escribiendo fuera a parar el tiempo y a cambiar el mundo. Como si fuera a devolverte las  horas perdidas en las que no puedes dormir. Escribir se ha convertido en la acción que recoge los médanos de mi alma, que no son más que hojas secas de algún árbol perdido en tu cabeza. Y así me hallo, como esperando, como si el destino se hubiese olvidado de mí, como si existiese tal cosa. 
Todo es culpa de mi mente, de mis pensamientos, que son más grandes que mi cabeza y mi cabeza, que lo único que hace es robarme el tiempo de sueño, como si ésto le sirviera de algo.
Mis noches sólo pertenecen al café y al tabaco, al abismo y a la opacidad que conforma el techo de mi habitación.
Doy la batalla por perdida, mis sentimientos nietzscheanos han ganado a la razón kantiana.

"Tantas cosas nos atraen en el futuro, y sin embargo queremos poseerlas inútilmente en el presente."

martes, 12 de julio de 2011

El arte de huir.

He descubierto que soy escapista.

He descubierto que la mitad de cosas que me pasan en la vida me dan algo más que miedo: me aterran.
Y así me descubro, como escapando de todo.
Luchar es un arte que ya hace tiempo quedó añejo. Que cada día me descubro enredada en mis sábanas, sin a penas haber dormido nada, con la cabeza llena de pesadillas y cuentos chinos de princesas que en realidad son prostitutas y de príncipes que en realidad se dedican profesionalmente a partir corazones. 
Y así me descubro, como huyendo de todo, como si no supiera hacer nada mejor que huir.
Correr ha dejado de ser una metáfora, volar se ha convertido en lo imposible. 
He descubierto que la vida es eso que pasa por la noche, a horas intempestivas, silenciosamente, sin darte cuenta, cuando las horas pasan y pasan, y no hay resuello.  Sólo hay un monstruoso insomnio que te quema por dentro, como si de un incendio se tratara, y no queda nada de mí, nada más que un cadáver.
Y el insomnio es lo que tiene, que parece que la vida no pase, que todas las horas se descubren como iguales. 

viernes, 17 de junio de 2011

Obsesiones.

Definitivamente: obsesionarse es la obsesión. 
No es fácil despojarse de los harapos que conforman las ropas mentales de hoy en día. Me pierde perderme y, como si de escribir epopeyas se tratara, corren ríos de tinta en mi cabeza sobre el mismo tema desde hace ya algún tiempo. La inspiración, que dibujaba un camino de mi mente al bolígrafo, ahora no es más que un médano que no sobrevive a la brisa primaveral ni a las horas intempestivas.
No hay resuello.
El tiempo, que para unos pasa tan rápido, para mí es un algo que no acaba de ocurrir. El tiempo ya no es el invento humano; maleable al gusto subjetivo de cualquier persona. La temporalidad se ha convertido en lo no-tangible.


jueves, 26 de mayo de 2011

De locos.

La locura, cuya voz el Renacimiento ha liberado, y cuya violencia domina, va a 
ser reducida al silencio por la época clásica, mediante un extraño golpe de 
fuerza. Se sabe bien que en el siglo XVII se han creado grandes internados; en cambio, no es tan sabido que más de uno de cada cien habitantes de París, ha estado  encerrado allí, así fuera por unos meses. Desde la mitad del siglo XVII, la locura ha estado  ligada a la tierra de los internados, y al ademán que indicaba que era aquél su  sitio natural. En todo caso, no puede ser azar el hecho de que los primeros hospitales de insensatos hayan sido inundados precisamente a fines del siglo XV en España.
Si tomamos las cosas al nivel de los resultados, parece que sólo se haya hecho  una transición entre una teoría jurídica de la locura, bastante elaborada para  discernir, con ayuda de la medicina, sus límites y sus formas, y una práctica  social, casi policíaca, que la capta de una manera masiva, utiliza formas de  internamiento que ya han sido preparadas para la represión, y olvida seguir en  sus sutilezas las distinciones que se reservan por y para el arbitraje judicial.

 

martes, 24 de mayo de 2011

Las vacaciones de Hegel.


Tanta fe se tiene en la vida, en la vida en su aspecto más precario, en la vida real, naturalmente, que la fe acaba por desaparecer. El hombre, soñador sin remedio, al sentirse de día en día más descontento de su sino, examina con dolor los objetos que le han enseñado a utilizar, y que ha obtenido al través de su indiferencia o de su interés, casi siempre a través de su interés, ya que ha consentido someterse al trabajo o, por lo menos no se ha negado a aprovechar  las oportunidades... ¡Lo que él llama oportunidades! Cuando llega a este momento, el hombre es profundamente modesto: sabe cómo son las mujeres que ha poseído, sabe cómo fueron las risibles aventuras que emprendió, la riqueza y la pobreza nada le importan, y en este aspecto el hombre vuelve a ser como un 
niño recién nacido; y en cuanto se refiere a la aprobación de su conciencia moral,  reconozco que el hombre puede prescindir de ella sin grandes dificultades.  
Si le queda un poco de lucidez, no tiene más remedio que dirigir la vista hacia  atrás, hacia su infancia que siempre le parecerá maravillosa, por mucho que los cuidados de sus educadores la hayan destrozado. En la infancia la ausencia de toda norma conocida ofrece al hombre la perspectiva de múltiples vidas vividas al mismo tiempo; el hombre hace suya esta ilusión; sólo le interesa la facilidad 
momentánea, extremada, que todas las cosas ofrecen. Todas las mañanas los niños inician su camino sin inquietudes. Todo está al alcance de la mano, las  peores circunstancias materiales parecen excelentes. 
Luzca el sol o esté negro el cielo, siempre seguiremos adelante, jamás dormiremos.  

domingo, 15 de mayo de 2011

Eros se escribe con ωmega.

Se ha escrito mucho sobre el Amor, demasiado quizá, pero si tuviera que quedarme con uno de los más grandes escritos sobre el Amor y sus concepciones éste sería, sin duda alguna, El Banquete del antiguo Platón. El Banquete no sólo ofrece una nueva visión (si lo contextualizamos en la época, claro) sobre el Amor sino que también aporta distintos puntos de vista. El Amor ya no es Afrodita, es más, ésta queda reducida a la sombra de lo que Platón llamó Eros. 
El Eros es entendido por Platón como deseo, el deseo amoroso en sí. Pero no es sólo un deseo sexual o físico, para el griego no sólo va más allá de lo afrodítico sino que trasciende a la philía. 


El eros caldea el corazón, desliga los miembros, quema el alma, sacude al amante como un vendaval, y produce los más dispares efectos, según los poetas líricos; frente a él de poco vale la razón y la cordura; es invencible en la refriega e ingobernable. Induce a la manía, al delirio, cuando se desboca, según cuentan ejemplos trágicos. 


Quien mejor lo vio, sin duda, fue Foucault: más allá del encuentro con el otro, del uso del sexo y de placer, de la chresis aphrodisíon, el eros busca la verdad del alma, la trascendencia personal.
Realmente es así como debería ser el amor; tratarlo y ser tratado como si éste de verdad existiera.

viernes, 6 de mayo de 2011

Veluciferina.


Con toda la razón del mundo Goethe tildó a nuestra época con el calificativo de veluciferina. Veluciferina es un adjetivo que yuxtapone el concepto de veloz con el sustantivo de Lucifer. 

Lo que Goethe quería poner de relieve ya en su época y, sin embargo, también en la nuestra, es que vivimos rehenes de la prisa.
En la Ilustración la política todavía no vivía arrodillada ante la economía: Antes era la política la que regulaba el tempo de la economía, pero ahora, amigos míos, la mano invisible de Adam Smith ya no existe. Ciertamente, la caída del muro de Berlín fue un punto de inflexión que hay que tener también en cuenta.
Ésta época, nuestra época, es una época no sólo veluciferina, sino que, el capitalismo se ha convertido en la epifanía del espíritu.
Sí, es cierto que hay diferentes tipos de capitalismo, desde el financiero hasta el industrial, pero nos hemos dejado fascinar por el neoliberalismo y por esa mano invisible inexistente que suturaba las heridas.
Pero hace ya tiempo que la política se ausentó de la política y dejó a la economía ser la dueña de la monopoli.  
Pero esta época es la menos ilustrada de todas, ya no hay motores políticos que regulen nada y ahora sólo compramos y nos compran.
Somos yugos de la prisa: Dinero rápido, adelgazamiento rápido, sexo rápido, comida rápida, sensaciones rápidas, experiencias rápidas, amistades rápidas aquí y ahora y ya.
Éste es el tiempo líquido en el que vivimos, el culto a ciegas a la aceleración.
Ni siquiera la solución de los impuestos que propuso el genio de Sloterdijk tiene cabida en estos tiempos modernos. Si sucediera, si por un casual se diera lo que él propuso nos veríamos irremediablemente condenados a otra Revolución Francesa y a sus consecuencias, esto es, personas unilaterales y escindidas: ciudadanos pasivos y ciudadanos activos.
Y la Ilustración ya nos dejó lo bastante escindidos como para volver a ello. Además los antiguos y pasados de moda de La Escuela de Frankfurt tendrían demasiado para escribir y eso tampoco se puede permitir, que Habermas ya tiene una edad y empieza a estar enajenado.

Pero el problema de todo esto es que: Todos aquellos que no están al ritmo de la sociedad, simplemente quedan rezagados y sin resuello. Hay que vivir, pero por lo visto es más importante vivir YA y rápido, que vivir cada momento intensamente, como si del último de los momentos se tratara.
Es triste, pero es así.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Entre comillas.

Mi cabeza ha pasado a ponerte entre comillas. 
Si pudiera deletrear los fonemas que conforman tu nombre en cursiva, créeme, lo haría. Si pudiera dejar los dos hemisferios de mi cerebro en un mismo sitio, créeme, también lo haría. Pero se dibujan entre diferentes lugares y es tremendamente difícil llegar a localizarlos dentro del laberinto de mi cabeza. Ícaro ya hace tiempo que falleció y aún y así se celebra su caída cada vez que apareces danzando en mi estómago.